11.17.2006

Tirando de clásicos...

Cuando uno no tiene tiempo siempre puede buscar "Coronel Kilgore" en youtube para disfrutar de estas dos obras de arte que todos han visto, pero que no me canso de ver:



11.14.2006

El molino de los ahorcados

Vamos a trasladarnos al viejo Oeste, donde no había más ley que la de los ciudadanos de Las Vegas, ciudad fronteriza y turbulenta. Allí se reunía la gente maja de América: pistoleros, indios renegados, bandoleros y el azar de las balas, hacían de esta recién fundada ciudad un buen sitio para tomarte ese Whisky del mediodía que te pide el cuerpo.

Pobres desgraciados, los que pensaban de verdad que eran los más malotes, pues no conocían la fiereza de los citizens que sentían ya ese territorio tan suyo. Para muestra, uno de los carteles de los vigilantes:

¡AVISO!

A LADRONES, BANDIDOS, TAHÚRES Y ESTAFADORES

Entre los que figuran:

J.J. HARLIN, CHARLIE SAWDUST, WILLIAM HEDGES, BILLY EL NIÑO,

BILLY MULLIN, PEQUEÑO JACK, EL BRAVO, EL NIÑO PICADO DE VIRUELA

Y UNOS VEINTE MÁS:

Si siguen en el pueblo pasadas las diez de la noche, les invitaremos a asistir a una gran fiesta de gala, con corbatín de lazo, cuyos gastos correrán a cargo de

100 CIUDADANOS IMPORTANTES

Las Vegas, 24 de Marzo de 1882

Era habitual que los comerciantes de la ciudad y otras gentes respetables, se defendieran de los malandrines a golpe de soga, utilizando siempre el emplazamiento del Molino, que se llamaría más tarde “El molino de los ahorcados”.

Esto no sólo ocurría con las malas gentes que no podían ser apresadas; en muchas ocasiones, una multitud se congregaba silenciosa en las puertas de la cárcel, sacaban al preso, de quien pensaban verdaderamente que no necesitaba un juicio, y lo llevaban al molino.

Un ejemplo es el de un vaquero llamado Beckworth que estaba de visita en el pueblo. Hacía malabarismos con su pistola para que todos pudiesen contemplar sus habilidades. Mientras la hacía girar ante un público asombrado, el arma se le disparó sin querer, matando a un hombre que se encontraba detrás de él.

Beckworth se disculpó alegando que sólo había sido un accidente y siguió con su demostración de malabares pistoleros, pero el arma se disparó de nuevo, matando a una mujer que estaba al otro lado de la calle, en la puerta de su casa. Y otra vez Beckworth se disculpó, diciendo que sólo había sido un accidente.

Los guardias acudieron al lugar de los hechos y apresaron a Beckworth. A la mañana siguiente apareció colgado del molino de viento con un cartel al cuello que decía: “Esto no es un accidente”.

La poesía irónica de Las Vegas no sólo era aplicada por estos ciudadanos respetables, también se incorporó a la figura de un juez, Jack Kirby Benedict, famoso por condenar a la primera mujer a morir ahorcada en el pueblo y, además, a pagar los costes de su ejecución.

Un gran tipo que firmaba sentencias de muerte con la misma facilidad que le daba al Bourbon. Es necesario teclear aquí el comienzo del discurso que le dedicó en la audiencia a un hombre que había matado a un herrero de Las Vegas:

¡Jesús María Martínez, levántese!

Jesús María Martínez, ha sido acusado, juzgado y condenado por un juzgado de conciudadanos suyos del delito de asesinato, y el tribunal está ahora a punto de dictar contra usted la terrible sentencia de la ley.

Como de costumbre, Jesús María Martínez, es un doloroso deber para el juez de un tribunal condenar a muerte a un ser humano. Es algo espantoso, y el juez se resiste mentalmente a cumplir ese deber. Felizmente, sin embargo, su caso está libre de todos esos aspectos desagradables y el tribunal se complace en condenarle a muerte.

Encontraréis más delicias de Las Vegas en “Lo más salvaje del salvaje Oeste”, de H. Bryan.


Hasta el próximo post, amigos copronáutiquers.