6.26.2006

Doppelgänger

“A pesar de no trabajar en nada, mi padre se levantaba todos los días el primero, seguramente empujado por sus incontinencias físicas, y se metía raudo en el único baño de la casa; que compartía con mis ocho hermanos, mi abuelo paterno, mi madre y yo. Podían pasar unos largos cuarenta minutos hasta que volvía a salir. Mientras permanecía dentro, la retahíla de gases, cuescos, gruñidos, esputos y gemidos que traspasaban la puerta del WC se convertían en el más eficaz despertador para mis hermanos y para mi, que nos desperezábamos poco a poco en nuestras literas. Paolo, el mayor de todos, siempre decía “mejor que el gallo, más puntual”. Yo, en cambio, sólo podía imaginarme los constantes espasmos del esfínter desbocado y retráctil de mi padre, y su incapacidad de mear con un sólo chorro, pues siempre les salían dos, como si se hubiese pasado la noche fornicando con mamá, con lo que encharcaba todo el suelo de pis caliente y muy amarillo, casi naranja.
Cuando salía del cuarto de baño, un fortísimo olor inundaba toda la casa. Olía como a cocido recalentado, cocinado con cadáveres putrefactos y verduras infectas. Era un olor inconfundible. era el hedor de mi niñez en Sicilia”


Esto que acaban de leer es un desconocido pasaje del aún más desconocido libro “Mis visiones solitarias”, de Giulio Sacco, escrito en 1879 y publicado un año después por una pequeña editorial de Nueva Orleans. En fin, es un libro desconocido y perdido en la memoria, sin un gran valor literario ciertamente; pero la historia de su autor es interesante y compleja. Trataré de explicársela lo mejor posible.



Un bonito video con músicos callejeros de la New Orlenas pre-Katrina

A mediados del siglo XIX, la situación de hambruna que se desarrolló en Sicilia empujó a los jefes de la Mafia a buscar mejores oportunidades fuera de la isla y de Europa. Así pues, los primeros sicilianos que habían emigrado al puerto sureño de Nueva Orleans en los Estados Unidos durante 1815, informaron a los capos y padrinos de la organización de la urgente necesidad que se presentaba, no solo en la ciudad, si no en todo el Estado de Luisiana, de contratar cantidades de mano de obra campesina para trabajar en las plantaciones llenando el vacío dejado por los recién liberados negros esclavos. Esta situación fue aprovechada por la Mafia para celebrar acuerdos y contratos con los dueños de las plantaciones de Nueva Orleans y sus alrededores. De este modo, Entre 1850 y 1860 se trasladan progresivamente familias enteras de sicilianos, obedientes a la Mafia, dispuestos a pagar el tributo o cualquier ayuda y contribución que les pidiera la organización. Entre ellas se encontraba la familia Sacco, a excepción del abuelo y el padre, ya fallecidos.
Treinta años después, en 1890, ya eran unas treinta mil familias, número que comenzó a preocupar a las autoridades y al resto de la población de la ciudad, tanto por sus costumbres que chocaban con la idiosincrasia sajona puritana del sur, como, sobre todo, por el poder económico que habían logrado alcanzar los dirigentes sicilianos a través de una efectiva Asociación más conocida en la región como: La Mafia Siciliana de Nueva Orleans.
Giulio Sacco había llegado a Nueva Orleans en 1857, con 15 años recién cumplidos, junto con el resto de sus hermanos y su madre. Pocas noticias se tienen de la vida de Giulio durante los siguientes años, pero todo las informaciones y referencias hacen pensar que tan pronto como pisó suelo norteamericano se puso a trabajar en el puerto como estibador, al igual que sus hermanos.
En 1861, cuatro años después de haber comenzado a trabajar en el puerto de la ciudad, Sacco ya se había convertido en un hombre respetado que hacía de conexión entre las autoridades portuarias y los capos mafiosos para que éstos últimos siguiesen gozando de ciertos privilegios. Lo particularmente extraño de esta olvidada historia viene a continuación: en febrero de ese mismo año empezaron a circular por la ciudad una serie de libelos firmados por un tal G. Sacco que acusaban directamente a Stefano Vaccaro, jefe supremo de la Mafia en Nueva Orleans por aquel entonces, de propasarse con los impuestos acordados con sus compatriotas y, además, de exigir un pago carnal por parte de aquellos que tenían hijas no mayores de 9 años, bajo amenaza de quemarles la casa con las susodichas hijas dentro.
Lógicamente, la aparición de estos pasquines levantó un gran revuelo, las lenguas se dispararon y los rumores empezaron a circular como la pólvora. Dos días después de que apareciesen los primero pasquines, dos sicarios de Vaccaro se presentaron en las oficinas que Sacco tenía en el puerto. Entonces Sacco juró y perjuró que él no había escrito nada de eso y que debía ser alguien que quería acabar con su reputación y enfrentarlo con el señor Vaccaro. Después de propinarle algunos golpes, los sicarios de Vaccaro le dieron una semana para solucionar el asunto.
Lo que pasó aquella semana fue como vivir en un pesadilla delirante y febril para Sacco. Los libelos siguieron apareciendo, cada vez en mayor número y con arengas anti-mafia y anti-Vaccaro mucho más incendiarias y demoledoras. Por otra parte, todos los vecinos de Sacco, le evitaban como si fuese un apestado y la policía de Nueva Orleans tuvo que intervenir en aquel sin dios para no parecer aún más vendidos y corruptos. Fueron a por Vaccaro y lo detuvieron acusado de fraude (Al capone no fue el primero, como véis).

Iker Jiménez fliparía

Con Vaccaro detenido, Sacco parecía respirar algo más tranquilo. Muchos de los vecinos que le evitaban volvían a acercarse a él y, en voz baja, le aseguraban que en el fondo ellos estaban con él y su causa. Sacco no entendía nada, él no había escrito esas proclamas. Poco a poco una paranoia persecutoria fue apoderándose cada vez más de la mente de Sacco que acabó encerrándose en su casa, alrededor del mes de agosto de 1861.
Sin embargo, los ciudadanos de Nueva Orleans seguían leyendo textos de G. Sacco. Textos que eran aplaudidos y vitoreados por las clases trabajadoras de la ciudad y que pronto pasarían a formar parte de las páginas del New Orleans Citybussines. Sacco se convirtió en un periodista popular, muchos testimonios de la época aseguran que Sacco se dejaba ver a menudo por las calles de la ciudad, participaba en toda clase de iniciativas ciudadanas y era muy querido por todos y respetado por los mafiosos locales.
En 1879, Sacco publicó “Mis visiones solitarias”, su primer y único libro, donde se entremezclan pasajes autobiográficos tanto de su infancia en Sicilia como de su juventud en Nueva Orleans, con absurdas teorías y digresiones pseudofilosóficas propias de un iluminado. Tres años después, saltó a las páginas de los periódicos locales la notica de que el insigne escritor Giulio Sacco había muerto durante un picnic con unos amigos. La ciudad entera lloró su pérdida. Corría el año 1882.
Lo extraño de todo esto es que 20 años antes, en octubre de 1861, en la antigua casa de Giulio Sacco, se encontró el cadáver de un hombre –con dos grandes tajos en el pecho- que también fue inscrito en la morgue con el nombre de Giulio Sacco.
PS: Toda la información de este artículo ha sido ha sido extraída del libro Compendio di Storia di la letteratura italiana, de Natalino Sapegno. No he podido encontrar nada valioso en la red. Si alguno de ustedes consigue lograr más información a través de Internet sobre esta historia, agradecería que se pusiese en contacto conmigo.

6.23.2006

Porn Wi-Fi



Gracias a Marauder